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Agost

7:20
(30.7.2012) Vacances? Posem que sí. O deixem-ho, millor, en que aquest serà un temps per al descans, per fer un munt de coses pendents, per escriure. Per meditar, per eixamplar l'esperit, per obrir el cor, ara encara massa adolorit i cansat. Amb alguna escapada a la platja, alguna visita a amics de vacances (a una hora de cotxe com a molt, com els ministres de Rajoy, per si la crisi empitjora), molta lectura, alguns concerts, alguna exposició, alguns museus, algunes ruïnes... antigues, clar, perquè les que deixarà la crisi i la monumental estafa que ens estan fent no són encara visitables... També hi haurà temps per a unes quantes llargues caminades per la muntanya, que és de franc tot i que no sigui la millor època. I para de comptar. Tampoc no està malament. Hi ha hagut vacances millors i també de molt pitjors. No és la primera crisi personal o col.lectiva que em toca. Ni la darrera. O sigui que aguantarem i disfrutarem de l'estiu i al setembre ens buscarem la vida. Per variar. Carpe diem...


Per a aquells/es que em segueixin a les pàgines de paper del Diari de Terrassa, ens retrobarem el 21 d'agost, si abans no esclata l'apocal.lipsi. Que jo diria que no, que és més probable a la tardor... Les primeres setmanes d'agost aniré publicant alguna cosa al blog, a ritme d'agost, ja veurem... Al diari digital e-notícies hi continuaré escrivint més o menys com sempre. I a veure si al setembre tenim novetats sobre els projectes literaris i periodístics en marxa. Bon estiu!



Dix-sept ans, Daniel...

17:59

(29.6.2012) Compré aquel libro en primavera, en 1979.  Era, pues, a finales del siglo XX, según los libros de historia del siglo XXI, aunque yo estaba en el principio, en mi principio. Este es el tiempo de mi vida: entre dos siglos. Tenía entonces diecisiete años. Algo más tarde descubrí la canción de Moustaki... El libro era una bella traducción catalana de "Alexis Zorbàs", de Nikos Kazantzakis, ahora repleto de notas, apuntes, recuerdos... 
Tardé mucho, mucho tiempo en visitar la tumba de Kazantzakis en Heraklion, Creta, en leer su epitafio. No temo nada, no espero nada, soy libre. Una hermosa lección para la vida, escrita desde la muerte. Fue hace diez años, un verano de una vida que quedó atrás. Y hoy, cuando un niño nacido el 29 de junio de 1995 cumple diecisiete años, hoy, tal vez porque a mediodía estuve hablando con una muchacha de trece sobre una hermosísima película, "Mediterráneo", hoy vuelve a mí Alexis Zorbás, con toda su fuerza y su antigua sabiduría, aquella que descubrí a mis diecisiete años... 


Mi regalo de cumpleaños para Daniel es éste, el himno poderoso de los diecisiete años, el cartero de diecisiete años que sonaba cuando estuve en la frontera del Hades, la soledad, la libertad, el misterio del amor y la advertencia del tiempo. Y, por supuesto, la danza de Alexis Zorbás. El himno de la vida. Griego, claro. Y mediterráneo. 

Termópilas

10:53

(17.6.2012) Leónidas, aún desafiante, continúa allí. Su estatua se levanta sobre un monumento grandilocuente, más propio del patio de un cuartel griego -o español- que del antiguo campo de batalla de las Termópilas. Leónidas sostiene su lanza junto a la ruidosa autopista, rodeado de camiones y automóviles, en un paisaje que ya no permite entender lo que fue el estrecho paso. Estuve allí hace más de veinte años, uno de estos días buscaré las fotos, olvidadas en alguna caja. Ya es tiempo de desempolvar viejos recuerdos de los viajes a Grecia y Turquía... Aquella tarde de verano probé el agua caliente y sulfurosa, busqué la colina de la lucha final, Kolonos, donde murieron los trescientos espartanos y sus setecientos compañeros tespios, casi siempre injustamente olvidados: su monumento no se erigió hasta 1997… Ni siquiera 300 les hace justicia. Me emocioné leyendo la frase inmortal de Leónidas en griego. Y me fui, porque en aquel lugar desangelado no quedaba nada. Las Termópilas ya sólo existen en los libros.

Hoy, 17 de junio, es muy tentador situar el hermoso recuerdo de la gran batalla junto al decisivo domingo electoral griego, dibujar heroicos y tópicos paralelismos… Olvidamos, sin embargo, que pese al heroísmo de Leónidas y sus mil soldados luchando hasta el final, el genio de la guerra contra los persas fue Temístocles, un gran político y gran general ("strategos", en griego...) ateniense. Sí, a finales del verano del año 480 aC, la auténtica batalla se libró en el campo de la política, en la imperfecta y prometedora democracia ateniense de la época. La visión estratégica de Temístocles, su brillante inteligencia, su habilidad para manipular y mentir: éstas fueron las claves de la victoria final griega. Pero la grandeza y la miseria forman parte inseparable de la política, desde siempre. Temístocles, claro, terminó mal. Y no tuvo monumento.

El verano, de repente

13:34

(10.6.2012) Eran las seis de la mañana de un domingo gris. En el coche sonaban algunas viejas canciones, de esas que siempre te acompañan, que te gusta volver a escuchar de vez en cuando, sin cansarte jamás. “Mis himnos privados”, así es como me gusta llarmarlos: canciones que tienen un significado, que conservan un recuerdo. Que invitan a vivir, a luchar, a soñar. Otras llevan viejos dolores, que no quieres olvidar porque son también lecciones. Igual un día os doy algunas pistas de cuáles son estas canciones. 6:30 de la mañana. Calles solitarias. Domingo. El mundo se detiene, el ruido se apaga, cesa la batalla. Conduces en medio de la nada, por las mismas calles donde mañana correremos hacia la lucha diaria, al trabajo o en pos de nuestros sueños. Pero disfrutemos ahora del aire fresco y puro de la mañana, del silencio, del poderoso rugido del motor cuando aceleras, de la música. Había cenado en casa de unos amigos. Hablamos horas y horas, cambiamos el mundo, compartimos ideas con una copa en la mano, proyectos, muchos cigarrillos, imaginamos cosas que podríamos hacer para salir del desastre en el que algunos (no, muchos) nos han metido… Cosas que podrían abrir camino también a los que van creciendo, hijos e hijas, sobrinos, jóvenes cargados de futuro... Hubo ideas buenas y malas, malísimas, momentos de lucidez, otros de confusión, muchas risas. Las horas pasaban ligeras. De repente, las 6:30 de la mañana, bajo una luz grisácea, ya en casa. Salí a la terraza, desvelado, a fumar un último cigarrillo. Sin música, disfrutando del silencio. Mirando un par de olivos en flor, una higuera muy querida (¿se puede querer a una higuera?), un almendro enfermo, los geranios en flor, la ciudad quieta y aún dormida, las montañas a lo lejos, desdibujadas por una leve neblina... Ya estamos en verano. Casi. Lo dices en voz baja. Como una revelación, una plegaria. Una celebración. Es la fiesta de la vida. Y te invita aunque el otoño, el invierno y la primavera han sido un largo, interminable tiempo de pérdidas, de dolor, de enfermedades, de muerte. De  adioses. Y aún no han terminado, aún hay muchas cosas de las que deberás despedirte. Algunos adioses son evidentes para quien conoce tu historia, otros no tanto, son más secretos. Pero te invitan la vida, el sol, las flores, el aire fresco del alba, las viejas canciones. Como ésta, quizá tontita, pero tan alegre, tan prometedora. O ésta, tópica tal vez. O ésta, la más reciente. Historias sencillas, pequeños sueños, pequeñas felicidades. Hasta aquí llegó la derrota, te dices. Aquí está la vida que te llama, aquí está la sombra intuida de otras vidas, más allá, en otros mundos, en otras formas, en leves aleteos que a veces te agitan… Pero esta es la que hay que vivir ahora, este es el futuro que hay que construir mañana. Y te acuestas aún desvelado bajo la claridad grisácea del domingo y piensas antes de dormirte que una de estas noches soñarás con el verano…
 
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