El “Planeta Poder” y la desconexión de la política

Lo inquietante no és sólo la corrupción. Tres ejemplos, aparentemente no relacionados. Uno: la desfachatez con la que miente Monago y con la que su partido le aplaude y le encubre. Dos: la feroz resistencia de diputados y senadores a algo tan simple y tan revelador como que se puedan controlar sus gastos en viajes. El Congreso y el Senado aprueban leyes de transparencia para los demás, jamás para sí mismos. Tres: la incapacidad de la mayor parte de la política española (no de la sociedad) de escuchar y entender lo que una gran parte de Catalunya -no toda- reivindica.

Su reino no es de este mundo. ¿Qué es lo inquietante? Esa sensación de que viven en otro mundo. Llamémosle “Planeta Poder”. Lejos muy lejos de los ciudadanos. Miles de políticos han olvidado quiénes son y a quién se deben. Nuestro drama es que aquellos que nos representan están cada vez menos conectados con la ciudadanía, con la vida real. Se han creado un mundo propio, con reglas propias, y actúan como si les perteneciera. Su reino no es de este mundo.

¿Para quién gobiernan? ¿Para quién hacen oposición? No para los ciudadanos. Tal vez para las encuestas o para los medios, muchos también cada vez más desconectados de la realidad, de ese público al que en teoría se deben. Medios enchufados al dinero público, a la publicidad de las grandes empresas, a la banca.

Hacen política fundamentalmente para ellos mismos, para afianzarse en el poder o alcanzarlo. También para aquellos que pueden ayudarles en su ambición: dinero, influencias, favores, poder… Y sin ninguna duda, para “el partido”. No para el conjunto de militantes, no: para la casta que domina el partido.

La desconexión. El problema de fondo es que no hay ninguna relación directa entre el diputado y el elector. Ninguna. No elegimos personas, elegimos partidos. Los cargos públicos se deben a la casta del partido y éste a su vez se convierte en una maquinaria al servicio de sí misma: ahí está la clave de la desconexión.

Sí, es un fastidio, de vez en cuando hay que presentarse a elecciones. Entonces, toda la maquinaria del “Planeta Poder” se pone en marcha para escenificar una gran representación teatral, colorista, ruidosa, entretenida, llena de titulares impactantes y de aparente dramatismo, algo que siempre gusta a las masas. Duelos, retos, insultos, patriotismo de pelo en pecho, algún escándalo, alguna tragedia, alguna anécdota entrañable…

Aparentemente, las elecciones sirven para reconectar a la política con la ciudadanía. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando se cierran las urnas, se acabó. El voto de los ciudadanos sirve sólo para recomponer los porcentajes de poder dentro del “Planeta Poder”, cambiar algunos nombres, construir o mejorar la leyenda de los gladiadores que han combatido en la arena electoral…

Después de las elecciones, el “Planeta Poder” sigue girando sobre sí mismo, ajeno, cada vez más ajeno a la realidad que en teoría representa. Hueco de democracia, pero con una poderosa fachada de leyes, instituciones, rituales que se presentan como la quintaesencia de la democracia, cuando sólo son instrumentos. El medio, convertido en un fin: no elegimos un parlamento para que nos represente, sino que elegimos un parlamento para que sea un parlamento.

O "reset" o desastre. ¿Cómo reconectar la política a la ciudadanía? Muy sencillo en teoría, muy, muy dificil en la práctica: cambiar radicalmente los partidos políticos, cambiar radicalmente la ley electoral, hacer referéndums decisivos de verdad para las grandes cuestiones. Democratizar la democracia: ahí empieza, por ejemplo, la verdadera recuperación económica que necesitamos. Un gran “reset”: volver a empezar.

¿Problema? Quienes deberían hacerlo, quienes pueden bloquear cualquier intento de cambio, son los mismos que no ven ninguna necesidad de cambiar nada. Su “Planeta Poder” funciona perfectamente: un sistema autista y extractivo al servicio del poder partidista, empresarial, financiero, mediático, corporativista…

La desconexión de la política es la clave de un país colapsado y paralizado, en clara decadencia en todos los frentes, hundido en el desánimo, engañado por un “relato dominante” que impide ver la cruda realidad del desastre. Un país donde destacan sólo algunos destellos de rebelión y de esperanza: Podemos y Catalunya. Con infinitas contradicciones y dudas, pero al menos son radicalmente nuevos en algo fundamental: amenazan seriamente las bases del régimen actual,  el “Planeta Poder”, y apuestan por la reconexión de verdad con los ciudadanos.

Sin esa reconexión, sin un “reset democrático”, este país está perdido.

(16 noviembre 2014 / Las notas del domingo)

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