Bueno, pues no noté
ninguna sensación especial. Todo funcionaba como de costumbre. Incluso pude
sacar 60 euros del cajero. Claro, al principio no tenía claro si nos habían
rescatado o simplemente nos habían dado un generoso donativo. Con el paso de
las horas la evidencia era rotunda: nos han lanzado un salvavidas de cemento
que nos va ahogar del todo y nos arrastrará hasta el fondo del océano. Y
mientras tanto, nuestro cachondo presidente parecía que acababa de sacar la
pasta del cajero automático y a crédito. Llegó a decir (ay, esas prisas por
llegar a tiempo al fútbol) que todo estaba resuelto. Está claro: nos toma literalmente por imbéciles.
Pues nada, a ver cómo acaba el rescate de la Armada Invencible…
Hoy tampoco notaremos
ninguna sensación sorprendente. Mañana, tampoco. Todo llegará a su debido
tiempo. Ni vamos a ver ni a tocar los miles de millones de euros que en teoría
nos tienen que rescatar del abismo. Van a caer directamente en el pozo sin
fondo del sistema financiero español y desaparecerán misteriosamente como los
que ya hemos perdido para siempre en las entrañas de la bestia.
El agujero negro es de
dimensiones cósmicas, en efecto, tan enorme como el saqueo que siguen
cometiendo con absoluta impunidad, como la delictiva y arrogante gestión gracias
a la cual han arruinado este país y parte del extranjero: estaban y están
seguros de que la ley está de su parte, cosa cierta, para desgracia nuestra.
Nunca sabremos adónde va
a parar este dinero, nunca va a servir para nada: siempre hará falta más, mucho
más.
Pero ya empiezan a
sugerirnos delicadamente que hay que pensar en subir el IVA, retocar un poco
las pensiones, matizar la sacrosanta soberanía española sin que le duela mucho
al orgullo hispánico, recortar y podar algo más por aquí y por allá… Pagaremos
con impuestos (menos los ricos y los jetas, que no son pocos entre los pobres y
los menos pobres), con más paro, con menos actividad empresarial, con más
injusticia, con menos protección social, estos dinerillos que tan gentilmente
nos transfieren, según el presidente Rajoy, “tú tranquilo/a, haz lo que puedas,
ya me los devolverás cuando puedas”.
Insuperable, en efecto.
Era todo un reto superar a Zapatero, tiene su mérito. Pero Rajoy está dando la
talla del gran estadista que es. No sería de extrañar que hubiera sufrido una
indigestión de elefante, no los de nuestro macho alfa coronado, no, sino de los
famosos elefantes de Lakoff. Que nunca han sido otra cosa que una versión guay
del “vamos a contar mentiras, tralará”. Y así, contando mentiras, nos
encaminamos alegremente hacia el abismo.