Un salvavidas de cemento nos ahogará a todos menos a la banca

Este lunes me levanté con ganas de saber qué se siente cuando te rescatan. Cuando llega el séptimo de caballería y pone encima de la mesa cien mil millones de euros, una cifra que –lo confieso- no me imagino exactamente cuán grande es. Y aún hay por estos mundos, más del Diablo que de Dios, sabios apocalípticos que afirman que la cifra final será mayor: cien, ciento cincuenta mil millones más… ¿Le caben a alguien tantos ceros en la cabeza? Ya lo intuíamos: la economía no es una ciencia exacta, está emparentada más bien con la poesía, con la filosofía, con la teología, con la astrología…

Bueno, pues no noté ninguna sensación especial. Todo funcionaba como de costumbre. Incluso pude sacar 60 euros del cajero. Claro, al principio no tenía claro si nos habían rescatado o simplemente nos habían dado un generoso donativo. Con el paso de las horas la evidencia era rotunda: nos han lanzado un salvavidas de cemento que nos va ahogar del todo y nos arrastrará hasta el fondo del océano. Y mientras tanto, nuestro cachondo presidente parecía que acababa de sacar la pasta del cajero automático y a crédito. Llegó a decir (ay, esas prisas por llegar a tiempo al fútbol) que todo estaba resuelto.  Está claro: nos toma literalmente por imbéciles. Pues nada, a ver cómo acaba el rescate de la Armada Invencible…

Hoy tampoco notaremos ninguna sensación sorprendente. Mañana, tampoco. Todo llegará a su debido tiempo. Ni vamos a ver ni a tocar los miles de millones de euros que en teoría nos tienen que rescatar del abismo. Van a caer directamente en el pozo sin fondo del sistema financiero español y desaparecerán misteriosamente como los que ya hemos perdido para siempre en las entrañas de la bestia.

El agujero negro es de dimensiones cósmicas, en efecto, tan enorme como el saqueo que siguen cometiendo con absoluta impunidad, como la delictiva y arrogante gestión gracias a la cual han arruinado este país y parte del extranjero: estaban y están seguros de que la ley está de su parte, cosa cierta, para desgracia nuestra.

Nunca sabremos adónde va a parar este dinero, nunca va a servir para nada: siempre hará falta más, mucho más.

Pero ya empiezan a sugerirnos delicadamente que hay que pensar en subir el IVA, retocar un poco las pensiones, matizar la sacrosanta soberanía española sin que le duela mucho al orgullo hispánico, recortar y podar algo más por aquí y por allá… Pagaremos con impuestos (menos los ricos y los jetas, que no son pocos entre los pobres y los menos pobres), con más paro, con menos actividad empresarial, con más injusticia, con menos protección social, estos dinerillos que tan gentilmente nos transfieren, según el presidente Rajoy, “tú tranquilo/a, haz lo que puedas, ya me los devolverás cuando puedas”.

Insuperable, en efecto. Era todo un reto superar a Zapatero, tiene su mérito. Pero Rajoy está dando la talla del gran estadista que es. No sería de extrañar que hubiera sufrido una indigestión de elefante, no los de nuestro macho alfa coronado, no, sino de los famosos elefantes de Lakoff. Que nunca han sido otra cosa que una versión guay del “vamos a contar mentiras, tralará”. Y así, contando mentiras, nos encaminamos alegremente hacia el abismo.

Share this:

 
Copyright © El blog de Joan Rovira. Designed by OddThemes