(18.6.2012) Necesitamos una URSS. Alguien que nos haga el
favor de actuar como el imperio del mal, ese brillante invento de Reagan, un
gran presidente-publicista. Cuba no nos sirve ya. Da pena, penita, pena. Corea
del Norte no parece tampoco un país ideal. Mongolia nos queda algo lejos.
Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca: estos aún son menos apropiados, se trata de ejemplos demasiado perfectos de lo que podría ser el estado del
bienestar, a condición de no destrozarlo con el cachondeo hispánico: o se hace
en serio o simplemente copiamos bibliotecas y diseño de muebles, que es lo que
hemos hecho. Y a crédito, qué chulos somos. ¿Francia? Francia va a lo suyo, siempre (los
progres, reales o supuestos, especialmente en Cataluña, no quieren verlo, no se acuerdan del 39). Francia
es Francia y sólo hay espacio para una sola Francia: sí, ojalá fuéramos
franceses o más afrancesados, pero como mucho nos dejarían ser vasallos de la Marca Hispánica. Y dejémonos ya
de fantasías: tienen más futuro los supuestos catalanes del norte que los de
sur, aunque nos independicemos de nosotros mismos. ¿Islandia, tal vez? Sí, pero
son cuatro gatos, perdidos en las neblinas vikingas y en el frío polar, una rarísima
excepción. Tampoco sirven, aunque nos den envidia.
O sea que necesitamos un país que actúe como
contrapunto. Que sea un ejemplo alternativo, que por lo menos demuestre que hay
otras maneras de suicidarse, ya que de esto se trata. Un país que haga saltar
la banca, la del casino, la de las finanzas mundiales. Que mande a freír espárragos
a la cancillera Merkel y lo que representa. Aunque, insisto, cada día entiendo
más que esté hasta los mismísimos y las mismísimas de nosotros y de nosotras...
Como dijo aquel genial catalán y presidente de la
I República Española, Estanislao Figueras: “Señores,
voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Y subió a un
tren en Atocha y no paró hasta París. Hoy en día, hubiera llegado hasta
Frankfurt o Berlín. Ciudades serias de países serios, que de eso va también
nuestro drama.
Pero no nos desviemos: necesitamos un país que
quiera hacer el experimento de cargarse el euro. De refundarse. De no pagar las
deuas que han acumulado por su cara dura e insensatez, pero también por la
avaricia y descaro de personajes como Draghi, que ahora se atreve a dar
lecciones de ética, decencia, ortodoxia y hasta de matemáticas. El, cómplice
imprescindible para las trampas contables de los griegos. Aunque en realidad servía
a sus auténticos amos y sus negocios.
Necesitamos una URSS. Y rezar para que no le
vaya mucho peor que a nosotros, en manos del FMI, especialista en arruinar países
desde hace décadas, aunque el glamour de Mme. Lagarde lo disimule. El FMI es la
ruina segura, siempre. Menos para ellos y lo que representan, por supuesto.
Cuando existía la URSS había al menos una
alternativa. Feúcha, miserable, pobretona, pero alternativa. No me refiero a
los misiles intercontinentales y otras barbaridades, sino simplemente al papel
que jugaba: se podían hacer las cosas de otra manera. Claro, los rusos también
lo veían de otra manera... Pero alguien tiene que sacrificarse para salvar a
Occidente, ¿no? Pues que sean los griegos, padres y madres de Occidente.
Algún día tienen que revivir su antigua
grandeza, perdida en la dominación otomana, en su chapucera independencia, en
sus siglos XX y XXI que sólo les han servido para internacionalizar el souvlaki
y el bouzouki. Ni siquiera les han servido para recuperar los tesoros del
Partenón que Lord Elgin se llevó, y favor que les hizo a ellos y a la humanidad
entera...
Con algo de suerte, los griegos acabarán por
dinamitar su propio futuro. Aún están convencidos que pueden encontrar una
salida ingeniosa y tramposa a su crisis, en la que han caído por listillos. Ay,
el mito del ingenioso, mentiroso y tramposo Odiseo... Nos van a hacer un gran
favor, ya les levantaremos monumentos cuando volvamos a tener dinero para cosas
inútiles... No se pondrán de acuerdo las derechas e izquierdas viciadas de
siempre. Lo intentarán, pero no lo conseguirán. O durará poco. Y la Syriza del prometedor y
radical Alexis Tsipras (que pronto sabrá qué era eso que llamaban “hybris” sus
antepasados) no se quedará de brazos cruzados mientras el “partido transversal
del euro” (y de la banca, de las trampas, de la ruina griega a diestra y
siniestra) intenta cumplir las órdenes de sus amos de Berlín y sobre todo
preservar sus intereses.
O sea que sí, con un poco de suerte para
nosotros y desgracia para ellos (que no tienen tampoco ningún proyecto ni
estrategia de futuro) pronto tendremos una URSS. Una Islandia mediterránea. El juego se volverá más rico y complejo: nada
será como antes, eso terminó para siempre, pero habrá oportunidades para hacer
algo nuevo, algo que valga la pena. Si encontramos, claro, el momento en que
este país empezó a torcerse, entre el 92 y el 96, si nos decimos todas las
verdades a la cara, si nos proponemos hacer algo digno para nosotros mismos y
nuestros hijos, hijas, nietos, nietas.
Los hijos o nietos que sean y de quien sean. Yo
no tengo, y da igual, pero no es decente que nos carguemos así el futuro de
nuestros jóvenes, no es digno ni justo que no les dejemos un país mejor que
este desastre. Mucha gente hizo posible que yo, y muchísimos como yo, tuviéramos
una vida mejor. ¿Vamos a dejar esta catástrofe en herencia a los que nos
sucederán? ¿No nos dará vergüenza? Lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad, como dice el
general Máximo en Gladiator. Una peliculilla de romanos con faldas, ¿sólo?
Filosofía de pacotilla, claro, tópicos, todo eso. Pues no. Esta época nos
convoca urgentemente a la decencia y al estoicismo, además de buscar como sea
alguien que juegue el papel de la antigua URSS...
(artículo publicado en el diario digital e-notícies.cat)
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