Estos “aristogobiernos”,
o gobiernos de los mejores, son los que mejor y más directamente nos hundirán
en el abismo. Como los másters del universo que habitan la banca y el mundo
financiero: listos, listísimos, sobrados de títulos y experiencia. Como los buitres encorbatados del sector inmobiliario. Ellos nos han llevado, engañados, hasta aquí: partiendo desde la nada y desde la más absoluta pobreza alcancé los más altos niveles de la miseria.
Tras la pareja que se
inventó una lotería en Andorra y Austria para vender su piso, este gaditano
desesperado nos ofrece una nueva muestra del típico ingenio español. Lo
siguiente va a ser un trío o una sesión sadomaso a cambio de comprar el piso… Y
aún hay quien ve luz al final del túnel. La culpa, claro, es de los catastrofistas.
No todos los andaluces
son iguales. Y tampoco los catalanes ni los madrileños. Ni los políticos, por
supuesto. Alguien (¿quién es este lúcido
José Chamizo? ¿cuántos viajes hace al año?) se ha dado de bruces con una
gran verdad. Mañana será olvidada. Business as usual.
Si utilizamos al
Estado para salvar bancos, si nos endeudamos todos para salvar bancos, ¿cómo no
va a pesar esta indecencia atroz sobre la deuda pública? Hay algunos tan listos que aún están convencidos de que en Bruselas, Frankfurt o Berlín son tontos. Pues no cuela. Una sencilla conclusión
se impone: seremos accionistas a la fuerza de bancos arruinados, pagaremos sus
deudas y errores, sus abusos, y un día les devolveremos el banco limpio de
polvo y paja. ¿La mano invisible del mercado, como decía Adam Smith? No: un robo. Con no pocos cómplices, por malicia, ambición o pura ignorancia.
Cierto: hay tanta
basura que recoger que no es imprescindible retirarla a diario de las calles. No son recortes, por supuesto, son
estrategias de innovación, I+D+i, aplicadas a los servicios públicos. Uno de estos días
acabaremos viéndolas en jornadas, seminarios y workshops. Con el powerpoint de
rigor, por supuesto. El powerpoint lo aguanta todo. Lo que más me gusta es el "gracias por su atención" al final. Salvo excepciones excepcionales, suponer la atención del público tiene su gracia...