Su reino no es de este mundo. ¿Qué es lo inquietante? Esa sensación de que viven en otro
mundo. Llamémosle “Planeta Poder”. Lejos muy lejos de los ciudadanos. Miles de
políticos han olvidado quiénes son y a quién se deben. Nuestro drama es que
aquellos que nos representan están cada vez menos conectados con la ciudadanía,
con la vida real. Se han creado un mundo propio, con reglas propias, y actúan
como si les perteneciera. Su reino no es de este mundo.
¿Para quién gobiernan? ¿Para quién hacen oposición? No para
los ciudadanos. Tal vez para las encuestas o para los medios, muchos también
cada vez más desconectados de la realidad, de ese público al que en teoría se
deben. Medios enchufados al dinero público, a la publicidad de las grandes
empresas, a la banca.
Hacen política fundamentalmente para ellos mismos, para
afianzarse en el poder o alcanzarlo. También para aquellos que pueden ayudarles
en su ambición: dinero, influencias, favores, poder… Y sin ninguna duda, para
“el partido”. No para el conjunto de militantes, no: para la casta que domina
el partido.
La desconexión. El problema de fondo es que no hay ninguna relación directa
entre el diputado y el elector. Ninguna. No elegimos personas, elegimos
partidos. Los cargos públicos se deben a la casta del partido y éste a su vez se convierte
en una maquinaria al servicio de sí misma: ahí está la clave de la desconexión.
Sí, es un fastidio, de vez en cuando hay que presentarse a
elecciones. Entonces, toda la maquinaria del “Planeta Poder” se pone en marcha
para escenificar una gran representación teatral, colorista, ruidosa, entretenida,
llena de titulares impactantes y de aparente dramatismo, algo que siempre gusta
a las masas. Duelos, retos, insultos, patriotismo de pelo en pecho, algún
escándalo, alguna tragedia, alguna anécdota entrañable…
Aparentemente, las elecciones sirven para reconectar a la
política con la ciudadanía. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando se
cierran las urnas, se acabó. El voto de los ciudadanos sirve sólo para
recomponer los porcentajes de poder dentro del “Planeta Poder”, cambiar algunos
nombres, construir o mejorar la leyenda de los gladiadores que han combatido en
la arena electoral…
Después de las elecciones, el “Planeta Poder” sigue girando
sobre sí mismo, ajeno, cada vez más ajeno a la realidad que en teoría
representa. Hueco de democracia, pero con una poderosa fachada de leyes,
instituciones, rituales que se presentan como la quintaesencia de la democracia,
cuando sólo son instrumentos. El medio, convertido en un fin: no elegimos un
parlamento para que nos represente, sino que elegimos un parlamento para que
sea un parlamento.
O "reset" o desastre. ¿Cómo reconectar la política a la ciudadanía? Muy sencillo
en teoría, muy, muy dificil en la práctica: cambiar radicalmente los partidos
políticos, cambiar radicalmente la ley electoral, hacer referéndums decisivos
de verdad para las grandes cuestiones. Democratizar la democracia: ahí empieza,
por ejemplo, la verdadera recuperación económica que necesitamos. Un gran
“reset”: volver a empezar.
¿Problema? Quienes deberían hacerlo, quienes pueden bloquear
cualquier intento de cambio, son los mismos que no ven ninguna necesidad de
cambiar nada. Su “Planeta Poder” funciona perfectamente: un sistema autista y
extractivo al servicio del poder partidista, empresarial, financiero,
mediático, corporativista…
La desconexión de la política es la clave de un país
colapsado y paralizado, en clara decadencia en todos los frentes, hundido en el
desánimo, engañado por un “relato dominante” que impide ver la cruda realidad
del desastre. Un país donde destacan sólo algunos destellos de rebelión y de
esperanza: Podemos y Catalunya. Con infinitas contradicciones y dudas, pero al
menos son radicalmente nuevos en algo fundamental: amenazan seriamente las
bases del régimen actual, el “Planeta
Poder”, y apuestan por la reconexión de verdad con los ciudadanos.
Sin esa reconexión, sin un “reset democrático”, este país
está perdido.
(16 noviembre 2014 / Las notas del domingo)