La democracia es el problema

(13.6.2012) No es la economía, no. El auténtico problema es la democracia. Y luego, en orden decreciente, el resto de problemas que nos ahogan. Este país (España, incluída Cataluña, para bien o para mal) tiene un enorme problema de "calidad democrática", como lo denominan los expertos. Una manera elegante y fina para describir lo que piensa cada vez más gente y expresa de forma mucho más contundente. Es decir: la política no nos sirve, más allá de entretenernos en el día a día en batallitas de titulares. Batallitas aparentemente ideológicas, de derechas o de izquierdas, españolistas o independentistas, pero contaminadas con el mismo virus, mortal de necesidad.

Los ciudadanos nos alejamos de la política, la vemos como algo extraño, ruidoso, ajeno. En realidad sólo nos ausentamos de esta manera de hacer política, pero no tenemos recambio. De vez en cuando, los políticos más hábiles intuyen el grave problema y pretenden cabalgar sobre las olas sin cambiar en realidad nada: se pierden en vagas propuestas de regeneración democrática, maravillosamente superficiales, estéticas, mediáticas, que se olvidan dos minutos después de formularlas. En el mejor de los casos, resulta que la urgencia es luchar contra la crisis y ya nos dedicaremos a teorías y experimentos más adelante. Primum vivere, deinde filosofare.

Tenemos un grave problema cuando la solución a la nefasta Mafo-etapa en el Banco de España es asegurar gobernadores del PP para una década. Una temporadita tú, otra yo, no vaya a resultar que el BdE sea una institución independiente de verdad, al servicio de los ciudadanos, controlada por los ciudadanos, rindiendo cuentas a los ciudadanos. En el Tribunal Supremo tenemos lo que tenemos, otro vodevil erótico-corrupto como el de los elefantes reales: partidismo de vía estrecha en estado puro, caciquismo. Más tóxico, imposible. O los sindicatos y patronales enchufados a la respiración artificial de los fondos públicos, administrados desde intereses tácticos y de partido. Para no hablar de los mismos partidos, por supuesto. O del uso demencial de los fondos de reserva de la seguridad social, que son nuestros ahorros y no los del Estado.

Sobre la catastrófica gestión de la crisis bancaria tampoco se puede añadir mucho más ni sirve de nada: se salva la banca contra los ciudadanos, no a favor de los ciudadanos. Ahora y siempre. Los banqueros seguirán gobernando el país a su antojo, toreando hábilmente al poder político, repartiendo favores, envenenando el sistema, corrompiéndolo. Un extraterrestre tal vez diría que esta sociedad tiene un problema con las leyes que regulan las hipotecas, ¿verdad? Pues no, esta no es la prioridad: a lo sumo, se plantean retoques cosméticos, pero nada de afrontar cambios en profundidad, que no se nos enfaden los amos del sistema, la banca y sus tentáculos.

Y de generar ideas de futuro para el país, ni una, ahora no toca, nunca es el momento: el horizonte máximo son las próximas elecciones, las listas, las maniobras, los tuyos y los míos, o conmigo o contra mí. Cuatro años como máximo, o menos. Por no hablar del famoso pacto fiscal catalán, un bluff: para recaudar impuestos, primero debe funcionar el país. Empezar por pensar en la recaudación es una bonita manera de engañarse. Por muy injusto que sea el sistema fiscal, que lo es y en grado superlativo.

Si yo fuera Frau Merkel, la verdad es que estaría tan horrorizada y escandalizada como ella. Me costaría mucho, muchísimo, prestar dinero a un país que siempre hace trampa, que se fundamenta en la trampa, que no sabe adónde va. No sólo porque dilapidó una fortuna en los años dorados (como hizo estúpidamente con la plata y el oro robados en América, sino porque ahora actúa a impulsos, enloquecidamente, a medias, sin acabar nada, sin estrategia. Así este país no va a aprovechar ni una sola de las escasas bondades de tanta austeridad y tanto sacrificio, sólo se hundirá más profundamente en el abismo.

El primer problema no es la economía. Es el país. La política como forma de organizar y vivir un país, la cosa pública, lo que en teoría nos interesa a todos y todas. Es este tipo de política lo que nos está fallando gravemente.

Del mismo modo que está fallando una ciudadanía acostumbrada a ser exigente sólo con la farola de la esquina o el programa de fiestas, pero que en el fondo no quiere ser mayor de edad y mirar la cruda realidad cara a cara y tomar las riendas de su propio destino. Lo tenemos delegado en la política, en esta forma de hacer política, que es justo lo que nos hunde aún más. No hablo de este o aquel, de un partido u otro, a estas alturas es totalmente estéril ver la vida desde este prisma tan limitado. El conjunto del sistema está gravemente averiado y manda señales de alarma. Pero aguantamos y aguantamos y aguantamos.

El veneno nos va matando lentamente, cada día unas gotas en la sopa, que tal vez, sí, tiene un sabor extraño, pero está rica...Y si nos quejamos, lo olvidamos fácilmente, y mañana en la mesa hay el mismo plato y las mismas cuatro gotitas de veneno.

¿Qué tiene que suceder para que reaccionemos y comprendamos las raíces del drama que nos ahoga? Me lo pregunto cada día y no salgo de mi asombro. Vamos tirando. Con ejemplos extraordinarios de solidaridad y compromiso, con gente que se esfuerza por resistir, con visionarios que buscan el futuro en todas las grietas... Pero no sirve de nada. Sólo para reducir algo el dolor y la angustia, dar esperanza, que no es poco, pero no basta.

Es posible que éste sea el país numantino del tópico, inconsciente, capaz de resistir hasta que no tenga sentido resistir, de apretar los dientes y esperar un milagro, el país servil con el poder, incapaz de rebelarse serenamente y pacíficamente, de decir basta, de pensar con generosidad (y razonables dosis de egoísmo), con visión de futuro.

Pues bueno. O hacemos un salto evolutivo como el que protagonizamos en los sesenta y setenta o nos condenaremos a un futuro que no nos merecemos y al que no nos obliga ningún sádico designio divino. Hay que dejar de ser inconscientes, algo que conduce primero  a la política y luego a una larga de lista de temas a afrontar. Pero así, parcheando las naves de la Armada Invencible, sólo tardaremos algo más en hundirnos. O en entregar las llaves, desesperados, a alguien que dirá que sabe lo que hay que hacer, ya sea Frau Merkel o cualquier iluminado. Cosas que ya se sabe cómo suelen acabar... Aunque si no nos movemos nosotros, ya nos empujará la realidad: como los griegos este próximo domingo, que van a dar otro paso enfrente hacia el abismo...


(Artículo publicado en el diario digital e-notícies.cat)

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